No me permitió ver su rostro.
Entró a la farmacia y parecía fascinado por los dulces que
ahí vendían; no dejaba de verlos, como queriendo elegir, y su pelo abundante y
frondoso estorbaba al buscarle rostro.
Discretamente me movía buscando el blanco, y justo cuando
parecía revelarse, su postura cambiaba escondiendo de nuevo lo que nunca vi.
Era obvia mi presencia sobrada, salí del local y aguardé a
su salida. Colmo; salió volteando el rostro justo en lado contrario a mí y se
alejó, sus colores fosforescentes en la ropa en medio del transito citadino.
Estoy seguro que era un mago.