Estrellas

29 nov 2010

Yo Parado

Yo parado. Viendo ojos, rostros de monos entrando y saliendo, caminando, algunos corriendo. Yo pausado, inanimado, con la mirada bien fija. Puertas que abren y cierran sin esperar quien alcance a entrar en los vagones. Giro la cabeza, enfoco mis manos y me sacia la sensación que día a día me recuerdo;  espíritu, cuerpo y mente en uno solo. Sigo sin comprenderlo del todo, entonces, volteo de nuevo la mirada continuando con mi juego. Observo rostros de seres, todos bien diferentes y bien iguales. Gestos divertidos, apachurrados, tristes, perdidos, con llororisas, locuaces, indiferentes, viejos; cavidades grandes, hundidas, planas, alargadas; labios redondos, cuarteados, diminutos. Qué pensarán, qué es lo que interpretarán. Parecieran resignados a vivir atrapados en rutina, cómodos sin arriesgar, ignorantes de lo que viene, ignorantes de lo que va.
Yo levantando mis gafas. Me hago presente por un momento, al menos para mí, y opto por mover mis zapatos puestos y pisarlos sobre otro suelo. Yo colocando las gafas de nuevo sobre su lugar: mi nariz. Desaparezco tras las micas y retomo mi análisis. Ahora, los observo en un contexto más amplio, les permito sus cuerpos colgar debajo de la cara como en tendederos, y termino por encontrar congruencia perfecta entre el traje, ahora completo, y el ente que se encuentra dentro de éste. Este ente que es el que siente, piensa, cree y concientiza todo el mundo que ocurre sobre, dentro, fuera, alrededor de él.
Materializados no advertidos de mi presencia vertical, estática. Continuando clavados en sus mundos ya muy bien planteados, incuestionables. Entonces, en diagonal otras gafas, gafas que vomitan de estar puestas, desperdiciadas por quién las viste. Le pego la mente al traje y en este caso, como en los demás, trato de desmenuzar hasta percibir el etéreo, que, en esta particularidad, muestra una imperceptible modificación: resultado de la falta de vista.
Perdiendo atención en el juego ya jugado por mi gusto de ver vida, pintando líneas con la barbilla, rectángulos y demás; veo, casi de reojo, las mismas gafas que creí mera fachada levantarse: él, dignamente, bien erguido, haciéndose presente por un momento, al menos para mí…

Gracias a X por un término absurdamente genial...

18 nov 2010

Muñecas de esas que espantan con los ojos

Fotografía por Rigel
Muñecas. Decenas de muñecas apoyadas sobre la pared, sobre la cama, sobre las almohadas y en repisas. Muñecas envejeciendo tras los años de tu  vida, mismos que llevo mirándote a través de esta ventana, soñando con tu cuerpo, con tus pezones rosados, con tu vagina húmeda y tus glúteos bien formados. Años observando tu movimiento de caderas, viendo toallas colgar de tus cabellos y debajo de las axilas. Algunas veces, también, sonidos de pisadas que me despiertan al amanecer cuando sueles llegar tarde, alarmas levantándome cuando tienes horario fijo.
De mi parte, asomos desde el balcón, de fuego y humo de tabaco.
Echo un vistazo. Muñecas de nuevo. Decenas de muñecas entre tus manos, con ropa y sin ropa. Muñecas que abren los ojos cuando se levantan, que cierran los ojos cuando se acuestan, que asustan a todos menos a ti. Muñecas viéndote cuando amanece y das un salto hiperactivo buscando llaves con llaveros que juraron nunca ser perdidos. Muñecas contemplándote cuando anochece y tú, delante del espejo delicioso por guardar tu imagen, cepillando tus cabellos rojos de arriba abajo, de arriba a abajo. Y a veces, mariposas en el estómago cuando ves por las ventanas en busca de algo más
Muñecas. Cuando crees que nadie ve, decenas que te observan, que te tocan y te sienten y que admiran tu belleza. Brazos de trapo y mecates que sonríen cuando bailas con la música bien alta, con las piernas muy desnudas y soñando a enamorarte; cuando aterrizas bien los pies probándote vestidos queriendo impresionar, cambiando tus aretes, practicando los saludos, peinando tus cabellos de maneras muy distintas.
¡Muñecas y muñecas! ¡Un chingo de muñecas que duermen contigo! Estando en cuerpo y alma, observando con los ojos aunque sean estos de plástico. Muñecas que atraviesan sus caritas en rendijas fabricadas para mirarte, que se atraviesan en las fotos que he tomado cada día, en cada madrugada suspirando bien dormida. Muñecas que me celan y no valoran el calor de tu aliento ni el roce de tu cuerpo. ¡Muñecas! Por qué tantas muñecas que están rotas, que están viejas.
De mi parte; dibujándote en mi mente, desvistiéndote y vistiéndote, tocándote y colocándote apoyada en la pared, sobre almohadas y repisas…

12 nov 2010

La Puerta Roja

Fotografía Por Rigel

9 nov 2010

Cómo sacar un vacío:

Mientras destapas tu abdomen, toma un filoso cuchillo, clávalo justo en medio donde se encuentra el origen de tu vacío, no te resistas y, haciendo un gran agujero, deja que la punta del metal rompa poco a poco las capas de pellejo en tu cuerpo. Sumerge ambas manos en lo más profundo de tu ser agarrando tus tripas; ahora, golpéalas y apriétalas fuertemente, desbarátalas, destroza y aniquila ese sentimiento, eso que sientes en la parte baja de tu estómago. Después, deja que la sangre corra entre tus manos, siente su calor, observa su color rojizo, prueba su sabor oxidado, tírate en el suelo y retuércete del dolor, sacúdete, convulsiónate hasta que hayas perdido todas las energías guardadas. Ahora celebra, grita ante todo el mundo que ese vacío se ha ido y ha escapado, pues ahora solamente queda un dolor insoportable y enfermizo. Felicítate mientras poco a poco recoges tus restos y te incorporas, te yergues y por primera vez en mucho tiempo vuelves a estar vivo y a sentir el calor de tus vísceras entre tus manos. Ahora, con sumo cuidado, acomoda tus órganos dentro de tu cuerpo, y, con aguja e hilo cose bien tus heridas. Trata de no comer, beber alcohol o fumar hasta sanar completamente.

4 nov 2010

Diálogo con el alma

Fotografía por Rigel

Siento que me hierve desde el centro. Que me mueve, que me intenta batir. Como un motor descarrilado, desvielado, a punto de romper con la línea que dictaba la cordura. Cierro los ojos, me proyecto, veo manchas de colores que me saben a niñez, olores y visiones que me saben a dulzura, y, prendidas en fuego, confundo mis manos que sólo quieren comer vida. Las tomo, las amarro a mi pecho y, a momentos más continuos, siento ese palpitar eterno, ese ciclo renovado, dulce y fluido que me enseña y me mantiene bien prendido, encendido, avanzando por el viaje sin rendirme.
Me levanto, respiro varias veces. Llevando el ritmo en la mente, lleno los pulmones hasta el tope sintiendo el aire en las venas, diciéndole al espíritu consciente  que lo amo más que a nadie y que debe de ser fuerte. Entonces, escucho algo que tiene que decir el alma:
Desconozco. Llevo eterno en lo etéreo, fluyo, vuelo y tomo lo que necesito de todo que es yo mismo. No distingo ni conceptualizo, únicamente siento y registro las palabras de las aves, los aullidos de los lobos, erupciones de volcanes…
Entonces, es la risa que me atrapa si conecto hacia arriba, si me voy a las montañas y camino por las playas, si me enredo con lo mío; matorrales, sal de mar, puertas enterradas en la arena que sólo muestran lo que ya es eterno, que sólo enmarcan lo que ya es muy cierto, gritando mensajes altos y claros de vida, de amor y de sonidos de viento, de oleajes que calman limpiándome con recuerdos de cosmos y unidad.
 Luego, es el llanto que me acaba cuando caigo en soledad. Ojos  de cuacos con anteojeras, que van separados por las veredas, que dividen todo el tiempo y se suben en pedestales embarrados de sangre. Ideas que seccionan universos coexistentes, perdiendo sentidos, ganando la nada. Alimentando egos de emociones todas rotas, gritándome polaridades, absolutos, mejores y peores. Exaltando diferencias muy superficiales; brillos de metales, pieles de colores, negras, amarillas, ojos de lenteja y de canica, bocas con idiomas, con líneas y prisiones de prejuicios, de cuestiones no resueltas.
Decido que aquí, en este encuentro, digiero lo discutido. Te amo y te quiero, me condenso en este cuerpo hermoso, este instrumento extraordinario. Experimento: resultado del orden aún no comprendido. Y me muestro en los ojos cuando ves en lo profundo asombrado de algo nuevo; y, al despertar, me muestro en las manos inmediatas, que se mueven, que se abrazan, que se posan justo en medio de los pechos cuando se necesita de recuerdos vislumbrados.
Más que nadie y en el fondo, tú lo sabes. Eres alma, pura alma y no muy diferente de “los demás”. Y te amo y te quiero, ya no diré más…

3 nov 2010

Sueño

Fotografía por Rigel

2 nov 2010

Casi

De nuevo, discutiendo sobre el tema ya tan conocido por ambos. Mi semblante serio, detenido, acostumbrado  a esta rutinaria forma de  celebrar nuestra convivencia. Tomas las palabras que vienen a tu cabeza y las arrojas sobre mi rostro, sobre mis ojos pausados y templados, sobre mis lagrimas ya secas desde la última vez que me dijiste te quiero. Observo como agitas los brazos, tu cuerpo erguido, tu aliento acelerado que embarras en cada pedazo de viento que pasea por este espacio. Como todas las veces anteriores, intento prestar atención, comprenderte, pero fracaso por enésima vez y opto por cerrar los ojos y creer que eres muda. Gritas, me dices que deje esa indignación muy mía a un lado, que mejor comience a reparar todo el daño que te he hecho, que mereces, que te ha costado. Te enseño mis ojos de nuevo, eso te hace callar por un momento, piensas que detrás de esos cristales hay alguien escuchando tus reproches, tus insultos, tus quejas depuradas con el tiempo. Pareciendo que todo ha terminado, recoges tus cabellos tomando un segundo aire, un segundo sentimiento de venganza para justificar la bola de patrañas que en seguida escupirás fuera de tus labios, entonces, sabiendo la conocida fuerza con la que golpearas, pongo mi mente en blanco y desaparezco de mi cuerpo, solamente dejo mis huesos, los músculos y un par de ojos a los que se les ha ido el brillo. Haces tu coraje, fúrica te mueves de un lugar a otro manoteando, gruñendo, gastando todos los colores con los que puedes pintar tu piel, y, tras haber canalizado todas tus energías en tu rutina, haces una pausa, dejas de hablar por un momento y tomas asiento junto a la cama que alguna vez fue nuestra. Extiendes tu mano tersa sobre los dibujos que forman las sabanas, comienzas a meditar y a recordar todo lo que me has dicho y reprochado, dejas caer tus párpados, dejas caer el telón, te derrumbas sobre ti misma.
Comienza el segundo acto, ahora estas débil, vulnerable, haz perdido todas las fuerzas que habías mantenido hasta el momento con la mirada muy levantada, empiezan a correr lágrimas por tus pómulos sonrojados, tus pestañas se humedecen e intentas conmoverme como lo hiciste las primeras veces en que jugábamos a pelear. Actúo por un momento como si todo volviera a ser como antes, como si todo estuviera bien. Mirando todo tu cuerpo posado sobre la cama, tus piernas dobladas, tu mirada apuntando al piso, tus pies desnudos que hacen juego con los colores de las almohadas, y  por un momento, solo por un momento vuelvo a creer en tu belleza característica, vuelvo a envolverme en el azul de tus ojos y en el aroma de tu aliento, en tus labios que siempre esbozaban una sonrisa alegre cada vez que sentías mis manos rodeando tu cintura.  Regreso y me percato de que estamos enredados el uno con el otro, respirando nuestros alientos, nuestros labios rozándose con pasión y nostalgia, tomando nuestras manos y empalmándolas unas con las otras, probando tus lágrimas y empatando las miradas. Entonces, casi por un instante vuelvo a creer, casi llego a sentir lo que sentí cuando realmente te amaba, cuando daba la vida por ti y el ritmo de tus pisadas dictaba el de mi corazón, cuando cada palabra comenzaba con tu olor y terminaba con la suavidad de tu piel, cuando tenía la certeza de que al ver tu mirada veía tu alma y esta me partencia. Me arrebato de tus brazos, me despego de tus labios y me convenzo… casi no es suficiente.