Estamos culturalmente condicionados, por nuestra familia, por lo que nos rodea.
Nos formamos desde pequeños viendo y sintiendo aquello que nos rodea, por ello a veces querer adoptar actitudes y formas fuera de nuestro entorno habitual se siente forzado, poco natural.
¿Hasta que grado podemos realmente asir lo extraño, aquello que está más allá de nuestra primera formación? y ¿hasta qué grado debemos aceptar aquello que nos formó como algo que no puede cambiarse, sino que hay que rendirse a ello, vivir con ello?
¿Hasta qué grado podemos cambiar? y ¿hasta que grado rendirnos a aquello que no podemos cambiar?
Me recuerda a la oración de la serenidad:
"Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,
valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar
y sabiduría para entender la diferencia"