Estrellas

31 jul 2022

La herida

 El perro que se lame, se lame la herida, se la rompe. Las pasadas de la lengua, ya áspera de navegar entre el pelo tieso, mugroso. La herida casi sanada solo se asoma en la noche, en el día la luz del sol la esconde, la inhibe. Tímida se esconde, se cierra como vagina afeitada y seca.


El perro lame, ya por hábito, una cicatriz bella, dura como callo. Fue herida que ahora es piel tiesa, reforzada, abultada. Y el perro la lame y la lame, tal vez por cariño al dolor antiguo, recuerdo ardoroso, irritante. La comezón que lame se alivia, y el perro se enfada porque se había acostumbrado al dolor, muerto ahora, entonces se consuela con su propia lengua, rosada, flexible, abrasadora.


La lengua pareciera tener vida propia, independiente. Y el perro negro, siempre negro, acostado, con los ojos abiertos y quietos, inmobil el cabrón, y la lengua viva por sí sola que sale de la trompa y lame, de arriba a abajo, rítmica, lenta. Los belfos húmedos y los bigotes rociados de saliva, la nariz mojada y la lengua entrando y saliendo, suave, animal, casi erótica. Y el perro que parece dormido con los ojos fijos en la pared, con la lengua activa, con las patas bien peinadas, con la herida desaparecida, pasada, ya mero olvidada.