Estrellas

2 nov 2010

Casi

De nuevo, discutiendo sobre el tema ya tan conocido por ambos. Mi semblante serio, detenido, acostumbrado  a esta rutinaria forma de  celebrar nuestra convivencia. Tomas las palabras que vienen a tu cabeza y las arrojas sobre mi rostro, sobre mis ojos pausados y templados, sobre mis lagrimas ya secas desde la última vez que me dijiste te quiero. Observo como agitas los brazos, tu cuerpo erguido, tu aliento acelerado que embarras en cada pedazo de viento que pasea por este espacio. Como todas las veces anteriores, intento prestar atención, comprenderte, pero fracaso por enésima vez y opto por cerrar los ojos y creer que eres muda. Gritas, me dices que deje esa indignación muy mía a un lado, que mejor comience a reparar todo el daño que te he hecho, que mereces, que te ha costado. Te enseño mis ojos de nuevo, eso te hace callar por un momento, piensas que detrás de esos cristales hay alguien escuchando tus reproches, tus insultos, tus quejas depuradas con el tiempo. Pareciendo que todo ha terminado, recoges tus cabellos tomando un segundo aire, un segundo sentimiento de venganza para justificar la bola de patrañas que en seguida escupirás fuera de tus labios, entonces, sabiendo la conocida fuerza con la que golpearas, pongo mi mente en blanco y desaparezco de mi cuerpo, solamente dejo mis huesos, los músculos y un par de ojos a los que se les ha ido el brillo. Haces tu coraje, fúrica te mueves de un lugar a otro manoteando, gruñendo, gastando todos los colores con los que puedes pintar tu piel, y, tras haber canalizado todas tus energías en tu rutina, haces una pausa, dejas de hablar por un momento y tomas asiento junto a la cama que alguna vez fue nuestra. Extiendes tu mano tersa sobre los dibujos que forman las sabanas, comienzas a meditar y a recordar todo lo que me has dicho y reprochado, dejas caer tus párpados, dejas caer el telón, te derrumbas sobre ti misma.
Comienza el segundo acto, ahora estas débil, vulnerable, haz perdido todas las fuerzas que habías mantenido hasta el momento con la mirada muy levantada, empiezan a correr lágrimas por tus pómulos sonrojados, tus pestañas se humedecen e intentas conmoverme como lo hiciste las primeras veces en que jugábamos a pelear. Actúo por un momento como si todo volviera a ser como antes, como si todo estuviera bien. Mirando todo tu cuerpo posado sobre la cama, tus piernas dobladas, tu mirada apuntando al piso, tus pies desnudos que hacen juego con los colores de las almohadas, y  por un momento, solo por un momento vuelvo a creer en tu belleza característica, vuelvo a envolverme en el azul de tus ojos y en el aroma de tu aliento, en tus labios que siempre esbozaban una sonrisa alegre cada vez que sentías mis manos rodeando tu cintura.  Regreso y me percato de que estamos enredados el uno con el otro, respirando nuestros alientos, nuestros labios rozándose con pasión y nostalgia, tomando nuestras manos y empalmándolas unas con las otras, probando tus lágrimas y empatando las miradas. Entonces, casi por un instante vuelvo a creer, casi llego a sentir lo que sentí cuando realmente te amaba, cuando daba la vida por ti y el ritmo de tus pisadas dictaba el de mi corazón, cuando cada palabra comenzaba con tu olor y terminaba con la suavidad de tu piel, cuando tenía la certeza de que al ver tu mirada veía tu alma y esta me partencia. Me arrebato de tus brazos, me despego de tus labios y me convenzo… casi no es suficiente.