Una flor se rompió, se partió a la mitad. A la mitad del
bosque se partió está flor y se encontró parte del bosque. Partió la flor, se
fue, se huyó. Se rompió en sí misma y en beta que surgió de su partida se vio
el bosque. Bosque frondoso de gárgolas de piedra, de gárgolas con vida y sin
vida. Con vida del que vive y sin vida del que las considera “rocas, inertes,
sin vida”.
En la flor ya no se veía una flor, se veía un parto de flor,
un “soy flor y parto”, y en el parto de flor se veía un bosque de gárgolas. Las
gárgolas diciendo: “qué paso con la flor” “qué fue de la flor”. La gárgola de
dentro de la tierra rompió con el piso y dijo:” la flor partió, se partió y dio
a luz con su parto en la partida. La flor nos dio a luz a las rocas de la
tierra, pues de su rendija un bosque, de su bosque piedras hechas gárgolas. Y
yo más bien me pregunto: y de nosotros qué”
La gárgola mayor, de la tierra, de los abajos del piso, del
sub del subsuelo se explotó consciente de que en ella también creaba algo,
entonces ella ya no partió, ella se explotó y se explotó sabiendo de su explote
como la partida de la flor, sin partida sino explote ella ya no se veía, pues
se veía lo de adentro de ella, surgimiento de ella. Más flores no, sino luces
del fandango y decían: de partida de la flor que se ve el bosque de gárgolas,
de gárgolas que salen de la tierra expresando su explote, del explote que es
nosotros que nos visten de colores, de colores que al brillar, brotan y
desbordan su brillar hasta que no se ve nada.