La melancolía se sostiene en el sol de la mañana, y mañana
de día, que de sentirse se plasma en el corazón y, suave, mece la frente con
los ojos cerrados. Es brillo que apenas empieza a deslumbrar, del mañana que
siempre será mañana, no hoy sino mañana, no ahora sino mañana y al ser mañana
nunca es hoy; y de ahí se agarra esta melancolía, de saber, de disfrutar un
esperar de algo que no vivió, de algo que no vendrá, y ese queda en el
pensamiento, en el exacto momento, en el no me importa.
Día y día, y hoy no es mañana otra vez. Y una sonrisa ya perenne de saber que no es mañana, de sentirse a uno mismo día con día y no
mañana, y el romance en el aire, y en los ojos planos, con lágrima que no sale,
que sostiene siempre una octava abajo, que crece de decir yo soy yo, yo soy hoy
y no mañana y me gusta la melancolía.