En el centro le palpita una luz que parece abrazar algo. Una
nube blanca, cegadora.
En ceros arranca esta luz y va “en crescendo”, y abarca cada
vez más de su propio cuerpo. Transforma lo que toca en sí misma, y por eso,
cada vez más luz.
Al verla hoy no siento ni asombro, ni sorpresa, ni fascinación.
Solo (del sol), al sentirla, paz.
Hay algunos que dicen que en la tierra no se conoce la paz,
aquí afuera (o adentro) sí.