Sin duda se convirtió en algo que él no esperaba.
Buscó años su libertad y tras conseguirla, abrió la celda y
tomó asiento en el jardín más próximo a la prisión.
Un ave azul y bella pasó frente a él, aterrizó sobre sus
patas y le vio a los ojos.
Luego él fue directo a lo que un día fue su hogar. Al entrar,
cerró la puerta tras de sí y cerró cada una de las ventanas también.
Durante mucho quedó dentro de aquel cuarto y se empeñó en
externar su sentir.
Un día vio el resultado; una jaula perfecta hecha de madera
cálida.
Regresó a aquel parque donde algún día había sido visto por
un bello pájaro a los ojos, y con jaula en mano se sentó donde aquella vez.
De pronto un ave azul y bella que volaba en los altos aterrizó sobre sus patas y le vio a los ojos.
Él dijo: Mi objetivo
no fue salir de aquella celda, tampoco era irme lejos y no regresar jamás, mi
objetivo no era construir esta jaula ni sentarme a hablarte. Mi objetivo siempre fue mi libertad.
Luego el bello pájaro, saltando, entró en la pajarera de madera
cálida, sin puerta. Cantó.